Cuando las Águilas conquistaron el Maracaná

Cabañas y Esqueda, los artífices del triunfo.

Por: Rodrigo Salazar.

Nueve años han pasado desde que América participó por última ocasión en el torneo mas prestigioso del continente a nivel clubes, sin embargo, un equipo tan grande como las Águilas tenía que dejar una huella imborrable, la cual quedó marcada el 7 de mayo de 2008.

América había avanzado a octavos de final con lo justo y gracias a sus triunfos como local, sobre todo al que consiguió ante River Plate, a la postre líder del sector; el conjunto americanista venia de un semestre para el olvido pues era sotanero en liga, por lo que apostó todo al certamen continental en donde tenían una etiqueta de contendientes debido al subcampeonato de la Copa Sudamericana obtenido en diciembre bajo las órdenes de Daniel Brailovsky.

Ya sin «el Ruso» en el banquillo y con la continuidad del entonces estratega Rubén Omar Romano, pendiendo de un hilo, América recibió a Flamengo en el Azteca buscando obtener un buen resultado que le permitiera llegar con opciones reales a la vuelta en Río. Sin embargo, los de Coapa cayeron 2-4 y tenian prácticamente un pie fuera de la Copa, eso provocó el despido de Romano y en forma interina llegó Juan Antonio Luna, pensando en dirigir el último juego del Clausura y hacer un decoroso papel en la vuelta.

Inesperadamente, las Águilas vencieron a Monterrey en casa y viajaron a Brasil con una ligera esperanza de conseguir la remontada.

Un América sin miedo se plantó en Maracaná conciente de que buscaría el triunfo, eso sorprendió a los brasileños quienes no esperaban un equipo agresivo, sin embargo al 22′ un disparo lejano de Cabañas tras un rebote, abrió el marcador y avivó la esperanza azulcrema.

Ochoa estaba imbatible y se motivó al saber que un gol era prácticamente la sentencia condenatoria, por ello la ofensiva Águila, se lanzó al ataque y tras un pelotazo largo, Juan Carlos Silva bajó el balón a Esqueda, quien con un remate acrobático, puso al América a un tanto de la clasificación.

El Maracaná había enmudecido, los aproximadamente 50,000 espectadores que se habían dado cita, no daban crédito a lo que veían, aunque todavía faltaba un gol, América se veía muy superior y parecía cuestión de tiempo para que cayera el tercero y así fue.

Cabañas tomó el balón para cobrar una falta lejana, dispuesto a meter un zapatazo inatajable, sin embargo no impactó correctamente el balón y se estrelló en la barrera, pero esa noche parecía que el Cristo del Corcovado jugaba para el América, pues el balón se incrustó en el ángulo inferior de la portería del Fla.

Asi fue como se consumó la remontada más sonada de un mexicano en Libertadores, tan grande como el club que la orquestó,

 

 

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